Ciento siete años después de la fundación del Athletic, la Historia ha dejado de prestar su inquebrantable asistencia y, ahora, el club se enfrenta a una situación parecida en la que Platón situó a sus personajes en la célebre alegoría de la Caverna: fuera de la cueva los personajes son deslumbrados por el sol y, regresando dentro, no pueden tampoco ver con claridad en el mundo de la penumbra.
Hay motivos para valorar la posibilidad de romper con la esquiva fortuna y hay también otros, igualmente poderosos, para ceñirse a los valores tradicionales del Club.
Pero siempre que se habla de los valores del Club se hace referencia a la costumbre de ajustar la contratación de futbolístas a aquellos nacidos en el País Vasco, Navarar o territorios limítrofes. Nunca, sin embargo, se hace referencia ál modelo de gestionar el Club, asunto que atañe a los directivos de la casa.
Vemos --hoy mismo--el desagradable incidente del navarro Kike Sola. Maltratado y expulsado del Athletic se ha convertido en la estrella más rutilante y prometedora del Osasuna. Asunto que afecta directamente a la filosofía del Club, es decir a cómo sus dirigentes gobiernan la entidad centenaria, cuestión más relevante de la simple contratación de los futbolistas de la plantilla.
Si malo fue Lamiquiz, peor ha sido Urquijo y su colaborador que ahora se presenta a las elecciones. Solo que Lamiquiz esta protegido por el PNV, al menos por el presidente de la Diputación que sólo ve los males en la plantilla.
Malo sería que pierda la categoría, pero peor aún que sigamos con la vista nublada como los antes citados habitantes de la caverna platónica, noqueados por el sol y, una vez visto este, también por la sombra.